Lo que el mundo corporativo me enseñó para emprender con más solidez

Antes de iniciar mi camino por el mundo del emprendimiento, trabajé por 7 años en el entorno corporativo. Inicié en una Agencia de Publicidad, McCann, en Caracas y al cabo de un año pasé a FCB, Foote, Cone & Belding. Ambas, empresas multinacionales, con casa matriz en USA y oficinas en todos los continentes.

Mi carrera en ese mundo corporativo inició en escalones muy bajos, como Asistente del Departamento de Investigación de mercados, pero al cabo de 7 años llegué a ser Directora de Consumer Insighs, con un departamento a mi cargo.

Con el tiempo, tomé la decisión de emigrar y dejar ese entorno corporativo para unirme al emprendimiento de mi esposo, también en el área de Investigación de Mercados. Y aunque ese salto se sintió como entrar a un mundo completamente distinto, lo cierto es que muchas de las herramientas que me han sostenido en el camino emprendedor las adquirí en esos primeros años corporativos.

Hoy quiero compartir contigo algunas de las lecciones más valiosas que me dejó esa etapa. Si estás pensando en emprender, o si ya lo haces pero vienes de una trayectoria laboral tradicional, puede que también te reconozcas en alguna de ellas.

La cultura empresarial es la columna vertebral de cualquier organización exitosa
— Gary Vaynerchuk

1. El valor de la estructura

El entorno corporativo suele ser criticado por su rigidez: procedimientos definidos, jerarquías, formatos predeterminados, procesos que parecen interminables. Pero lo cierto es que esa estructura tiene una función. Y cuando emprendes, puedes agradecer haberla conocido.

Trabajar con formatos y procesos te obliga a organizar la información, a pensar con lógica, a anticipar necesidades. Aprendes a planificar con fechas, a entregar informes, a sistematizar tareas. Todo eso te sirve de mucha ayuda cuando emprendes, porque el caos es un riesgo constante.

En mi caso, el haber trabajado con formatos estructurados me permitió crear nuevos formatos para procesos de mi empresa como emprendedora: desde formatos en Excel para preparar presupuestos hasta formatos para preparar propuestas de servicios. No partí desde cero puesto que conocía muchas herramientas.

¿Qué aprendí de la estructura?: La estructura no limita la creatividad. La canaliza. Un buen formato puede ayudarte a ahorrar tiempo, tomar mejores decisiones y profesionalizar tu emprendimiento.

2. Trabajo en equipo y gestión de personas

En las organizaciones aprendí a trabajar con otros. A compartir responsabilidades, a coordinar tareas, a pedir ayuda, a escuchar opiniones diferentes a la mía. También aprendí a aceptar que no siempre se puede hacer todo solo. Cuando trabajas en una empresa multinacional, no solamente te toca interactuar con el equipo en tu país, sino con personas que, aunque trabajan en la misma empresa, provienen de entornos culturales muy diferentes y viven realidades muy diferentes. Y debes aprender a hacer equipo con ellos.

Como emprendedores, tendemos a creer que debemos dominar todas las áreas: mercadeo, ventas, finanzas, operaciones. Pero esto no es realista, ni saludable. Tarde o temprano, necesitas armar un equipo, aunque sea pequeño. Y si ya sabes cómo colaborar, cómo delegar, cómo dar y recibir feedback, ese paso es mucho más fácil. Puedes leer un artículo anterior sobre la importancia de aprender a delegar en este enlace: Aprender a delegar: Una forma de multiplicar tu resultado.

También aprendí a gestionar emociones dentro de un equipo: conflictos, frustraciones, entusiasmo. Todo eso vuelve en el mundo emprendedor, cuando trabajas con freelancers, aliados estratégicos o tus propios empleados.

¿Qué aprendí del trabajo en equipo?: Aprender a trabajar en equipo es tan importante como saber trabajar solo. Y en el emprendimiento, vas a necesitar ambas habilidades.

3. Aceptar decisiones que no controlas

Una de las cosas más difíciles cuando trabajas en una empresa es ejecutar decisiones con las que no estás del todo de acuerdo. A veces te toca aceptar estrategias definidas por otros, aunque no compartas la visión. Te toca aceptar e implementar decisiones que vienen “de arriba” y no puedes discutir.

En su momento, eso me frustraba. Pero con el tiempo entendí que también era un ejercicio de humildad, de enfoque, y de madurez profesional. Me enseñó a separar lo personal de lo profesional, y a ponerme en marcha, aunque no tuviera el control total.

Como emprendedora, esa habilidad me ha sido útil más de una vez. Porque, aunque al emprender comencé a ser “mi propia jefa”, eso no significó que tuviera control absoluto. Siempre hay decisiones del mercado, de los clientes, del contexto económico o legal que no dependen de uno. Y aprendí a aceptar lo que no está bajo mi control y responder con flexibilidad y rapidez sobre lo que si estaba en capacidad de manejar, en lugar de responder con quejas.

¿Qué aprendí de las decisiones que están fuera de mi control?: No tener el control absoluto no es una debilidad. Es parte de cualquier proceso. Saber adaptarte a eso, sin paralizarte, te hace más resiliente.

4. Uso de metodologías establecidas

En el mundo corporativo muchas veces se trabaja con metodologías fijas: modelos de gestión, planificación estratégica, CRM, protocolos de atención al cliente. A veces se sienten burocráticos. Pero en muchos casos, funcionan. Son procesos y herramientas que han sido probadas, y en muchos mercados. Además de que facilitan la comparación a lo largo de diferentes geografías.

Al unirme al emprendimiento de mi esposo y convertirme en emprendedora, este aprendizaje me sirvió de dos maneras diferentes. Por un lado, me inspiró a crear nuestras propias metodologías, que fueran sólidas, comprobadas, y que pudieran ser utilizadas una y otra vez en diferentes entornos y momentos, con diferentes clientes. Los análisis comparativos se hicieron mucho más sencillos.

Pero por otro lado, aún siendo emprendedora me tocó aplicar metodologías establecidas de mis clientes, ya que ellos requerían que los resultados de sus estudios fuesen comparables en todos los mercados. Aunque tal vez nosotros teníamos una forma diferente de hacer las cosas, nos tocó adaptarnos y aplicar cuestionarios y modelos de análisis tal y como nos lo solicitaban los clientes.

No todo se trata de innovar. A veces, aplicar lo que ya está probado es lo más inteligente. Eso sí: adaptándolo a tu realidad.

¿Qué aprendí de las metodologías estandarizadas?: La metodología no es enemiga de la libertad. Es un marco que te permite tomar mejores decisiones y ahorrar energía mental.

5. Presentar, comunicar y rendir cuentas

Una de las habilidades que más desarrollé en la etapa corporativa fue la comunicación: desde redactar informes hasta presentar proyectos en una sala llena de directivos. Aprendí a sintetizar, a priorizar lo importante, a hablar con claridad y enfoque.

Esa habilidad me ha salvado muchas veces como emprendedora. Ya sea al presentar una propuesta a un cliente, escribir un correo persuasivo o liderar una reunión, comunicar con claridad es una herramienta indispensable.

Además, en el mundo corporativo también aprendí a rendir cuentas: a mostrar resultados, a evaluar métricas, a hacer seguimiento. Como emprendedora, eso me ha permitido mantener la disciplina y la medición. Incluso cuando nadie nos “exige” un informe, tener la disciplina de preparar ese informe para nosotros mismos nos da una clara visión de dónde estamos parados respecto a nuestras metas y nos ayuda a hacer ajustes en el camino.

¿Qué aprendí de la comunicación? : La claridad en la comunicación y la capacidad de rendir cuentas hacen que te tomen en serio. Y eso es vital cuando estás construyendo tu marca personal y profesional.

Por eso, hoy estoy agradecida por mi etapa en el mundo corporativo

Durante mucho tiempo pensé que el mundo corporativo y el emprendimiento eran polos opuestos. Hoy creo que no. Son experiencias distintas, pero complementarias.

Haber trabajado en organizaciones me dio una base sólida para emprender con cabeza fría, con herramientas y con disciplina. Por supuesto, el camino emprendedor exige también flexibilidad, intuición, creatividad, resiliencia, y requiere de una capacidad de asumir riesgos muy superior… pero no hay que negar el valor de la experiencia previa.

Si estás considerando dejar el mundo corporativo para emprender, no pienses que estás empezando de cero. Estás empezando desde otro lugar, con otra perspectiva, y con una mochila llena de aprendizajes valiosos. La clave está en usarlos a tu favor.

¿Y a ti qué te dejó tu experiencia laboral anterior?


Si vienes del mundo corporativo y hoy eres emprendedor, me encantaría que compartieras tu experiencia. ¿Qué herramientas te han sido más útiles? ¿Qué hábitos o aprendizajes has trasladado a tu propio negocio?

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